lunes, 24 de octubre de 2016

El espejo y Herbert West, reanimador. ¿Hay algo?


Voy realizar una confesión. Allá por el 2012, aparecí publicado en esa pútrida antología llamada Arkham, relatos de horror cósmico (España) con mi relato El espejo, tras ganar un concurso literario. El punto de unión que se pedía por parte de la coordinadora Macu Marrero, hoy desaparecida de la faz terrenal literaria -si existe tal cosa-, es que cada relato tuviera alguna relación con el siguiente; así, si en el primer relato aparecía un personaje secundario, o bien podía ser un elemento en específico, o bien un lugar, en el texto contiguo ese personaje secundario adquiría un nivel de suma importancia; el elemento bien podía ser el motivo del fin del mundo, ó, el lugar podía transformarse, reitero, en el sitio mismo de importantes acontecimientos. De esta forma, Arkham, resultaba un libro que ocultaba ciertas migajas que lo unían. Relato a relato. Era, entonces, labor del autor descubrirlas; aunque, a decir verdad, era todo presumible.

Sin embargo, fue a Paul Eric, quien les escribe, a quien se le dio libertad absoluta al escribir el relato que quisiera sin tener ningún apego a los demás autores y sus respectivos relatos. El espejo, mi relato, cerraba el libro, la antología, por tanto me senté a escribir con toda tranquilidad el mejor invento que pudiera salir por las madrugadas de ese helado invierno, acompañadas de litros de cerveza, vino, somníferos y otros excesos (excesos que quedan expuestos en el texto mismo). 

El resultado fue el texto más largo de todos, el más engorroso de leer, y comprender, según mis colegas gallegos de ese entonces, y con un resultado más que decente. 

Pasados dos años, Arkham, relatos de horror cósmico iba por su tercera edición (hoy es posible comprar el e-book) y ni la editorial ni la coordinadora cumplieron su palabra para los que participamos en el proyecto. Palabra que, juramentada por cierto, de existir una segunda edición se nos cancelaría una módica cantidad de dinero. Nada mucho, nada poco. Al menos para alguien como yo, que, fue ése libro mi primer libro físico. Antológicamente hablando, se entiende. Esto sin considerar que el libro mismo apenas pasó por una mínima edición, más bien fue nula: los textos no estaban justificados, jamás existió un sólo guión y la maquetación... mi venganza, más bien libertad es una mejor definición, es que en el contrato no se indicaba en ninguna parte que no podía publicar mi relato donde quisiera, ni mucho menos en algún otro libro. Fue así que lo subí al blog Chile del Terror, con impecable ilustración de Ana Oyanadel, y luego, todavía más, fue escogido para aparecer en la antología Chile del terror - visiones lovecraftianas, esta vez con ilustración de Jonathan Cheuquén Oviedo. Como si fuera poco, lo compartí, también, como obra en Wattpad.

Después de todo esto, puedo decir que mi perfil de Twitter, ese que reza basado en hechos reales. Escritor. Prostituto de mi arte nunca fue más cierto si en cuanto a El espejo se trata. Ahora bien, debo ser un puto de los malos, pues jamás se me pagó un peso por tan extenso relato. 

El título de esta entrada tiene que ver por el excelso prólogo de Berna Ojeda, que viene a funcionar casi como suerte de introducción al terror chileno (algo parecido pasó con el primer prólogo de Sergio Fritz en la primera antología de Chile del terror - una antología ilustrada), y que reza:

También inspirándose en un cuento de Lovecraft, Paul Eric da una vuelta de tuerca perversa al conocido relato: Herbert West, reanimador en El espejo.

Corto y preciso. Pero, acá viene mi confesión y motivo: hasta antes de ser partícipe de Arkham, jamás leí Herbert West. ¡Ni aún ahora, 15 de julio de 2016 lo he hecho! ¿Pecado? Es posible. ¿Otras lecturas? Es posible. Lo cierto es que si bien me gusta el terror como género, no es Lovecraft para mí un autor del cual me considere lector asiduo, mucho menos fiel. 

En la web Almas oscuras apareció otra descripción que se acerca un poco más al concepto que tengo del cuento en sí.

La barrera del tiempo entre 1949 y 2012 se diluye cuando hablamos de una ciudad tan especial como Arkham. El espacio y las personas nunca permanecen igual tras el toque con las deidades extraterrestres que una vez poblaron lo que hoy nos atrevemos a llamar como hogar.
Todo cuanto nació de mi sinapsis elevada a mil por el alcohol y las pastillas esas noches de 2012 (si recuerdo bien el año), fueron el resultado de mi propia sinapsis... o no.

Para finalizar, un par de puntos. Uno: en Arkham el relato está tal cual lo envié a la editorial (entiéndase con errores, pero completo). Dos: en Visiones lovecraftianas el texto está mucho más revisado y se siente más pulcro y, sin embargo, este sufrió varios recortes pues por lejos, era el más extenso. 

2 comentarios:

  1. Tendré que leer EL ESPEJO, parece mentira lo que puede hacer una noche de sobredosis de todo. A tener en cuenta

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  2. Sabes Loly que recién ahora, 23 de octubre vengo a leer este comentario.
    Yo encantado de enviarte el relato.
    Seguirá siendo un relato prostituto.

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