miércoles, 6 de julio de 2016

La introducción que no se publicó

Giovanni Sandoval publicó un pequeño libro con un compilado de cuentos cortos llamado relatos atemporales. Antes de que la editorial lanzara la camada de ejemplares, el autor rancagüino, aunque ahora vive en San Francisco de Mostazal (lo mejor es llamarle autor de la sexta región), me pidió el favor de que escribiera una introducción. Tras leer los textos le envié mi impresión, en algunos casos favorables, en algunos casos no favorables; pero, en un archivo adjunto en un word (sí, un .doc) le dejé la siguiente introducción con motivo que apareciera, en definitiva, en la versión final del tiraje.


Atrás quedó esa estampa esclarificadora que fue la nueva camada, el boom de autores nacionales, ese que comenzó a delinear Alberto Fuguet con su Mala Onda, allá por el `96. Luego, llegó otro gran hito: Ygdrasil de Jorge Baradit. La literatura fantástica se apoderó del país y junto con el apoyo estratégico de cada artista, vino la difusión y el compartir a través de internet. Blogs, webs y nuevas redes sociales enfocadas sólo para escritores, ¡otras para lectores!, marcaron el camino hasta nuestro presente. El artista debió aprender a convivir con la tecnología, pero no con esa tecnología tan odiada por los ya difuntos, que no fue otra cosa que la televisión; sino que, ahora, se debe convivir con la Red, aceptarla como un medio más.

Una buena forma de hacerlo evidente es que es posible compartir tal o cual relato y recibir opiniones de lo más constructivas. Narrativa o poesía. Hoy por hoy es posible ver que editoriales llegan por sí solas, por el interés propio que bien pueda tener una casa editorial nueva —pero con comprobable prestigio y profesionalismo—, al escritor novel. Estas dos son sólo algunas ventajas, entre otras muchas, que nos ofrece esa máquina imparable llamada Internet.

Pese a todo, la región de O`Higgins se quedó atrás en el arte escritural. Rancagua capital se quedó atrás en el desarrollo, mientras de norte a sur se empaparon de la nueva línea de autores chilenos. La sombra de Óscar Castro bien puede ser el cáncer con el que muera la ciudad, pues no parece existir voluntad para que exista otra nueva figura que sea capaz de codearse con los demás, con los autores de afuera de estas tierras desoladas. Rancagua, pueblo chico, infierno grande. Acá, todos se conocen y, pese a todo, recién, desde los últimos diez años, hay un par de nombres que se empeñan en mostrar lo suyo, en ir más allá de las directrices y la línea que dejó patentada el ya citado autor en este párrafo y que, muchos, casi todos, creen que es inevitable seguir.

Compilado de cuentos cortos, relatos atemporales es una muestra de ello. Giovanni Sandoval viene a hacer garra, a hacer frente al pasado, convencido —y esto es leíble, palpable en las siguientes páginas— de que hay algo más por decir en esta ciudad de decadente narrativa, acaso extinta poesía. He acá un libro donde cada relato difiere mucho del otro (de hecho las ideas varían sin ecos) y es posible leerlos sin seguir el órden que se nos designa en las páginas; cada texto es autónomo y, pese a todo, todos obedecen y beben de esta nueva camada, venidos de bien, valientes por sencillos y sencillos por valientes en las ideas del autor, temática y el folclore en su prosa.

La misión es desterrar a Óscar Castro.



Paul Eric.
Mayo de 2016









2 comentarios:

  1. No conozco la literatura chilena, pero una muy buena reflexión argumentada. Interesante.

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  2. Hay un par de recomendaciones que puedo hacerte, partiendo por la obra de Francisco Coloane, Pedro Lemebel y, cómo no, Roberto Bolaño. El mejor cuentista que hemos tenido.

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