Vereda

El sufrido campesino me dijo que caminando fuera al mar.
Se asomó la niña y me sonrió con ojos azules;
Con la mochila pesada en culpa,
Voy por veredas de cera.
Todo brilla, todo colorido.

Sonrisa, ojos muy abiertos.
Tristeza guardada en mi mochila.
Tienen culpa los seres.
La culpa la tienen los pasados seres.
Ahora el sol es gris,
como una ilusión dentro de un cofre mágico.
Veo a lo lejos una musa de piernas abiertas,
llama a la liberación.

Pero, prefiero seguir siendo este inválido cobarde que ya no quiere caminar.
El cielo es gris ahora, y el consejo del viejo, y la sonrisa de la niña
se convierten en lágrimas de miel, y en cruciales errores 
que terminaron en el fin de unos cuantos.
 
Voy a cortarme los pies para no caminar.
También los hombros para no cargar más peso.
Si solamente hablando puedo ser exacto, pronostico ahora
que llegaré a la mar.

Quizás, si me miras sobre el hombro, amigo mío, entiendas que es lo mejor.
¿Cuántas veces fallaste dando consejos a quién no debías?
¿Se sentirá apenado el pobre que pan pidió, y pan duro recibió?
¿Qué pensará el viejo campesino ahora que voy sin brazos y sin pies?
Se equivocó con esta errada conciencia.

Voy a agarrarme fuerte al viento y, 
junto con libélulas en el camino,
saldré a volar muy alto.

Seré testigo del consejero natural, que sin dar fe de digno 
tomó posiciones arribistas.

Las tortugas van a prepararme un tobogán en la mar
para terminar muriendo donde siempre debí nacer. 
Allá no causamos ningún mal. 
Abran los ojos y vengan a nadar.