
Dijo por el chat que su nombre era Pamela, y que la mujer desnuda de la portada, donde se veía cada poro suyo, menos su rostro, era ella. Alegó, quizá lo correcto sería decir que está convencida, de que hay que atreverse con las letras, atreverse a cosas nuevas. No estuve de acuerdo en que posar así sea digno de cualquier artista que esté más preocupado por temas de estilo en prosa o versos; de hecho, ahora que lo pienso, es prostituir el arte mismo y no se diferencia en nada de la literatura que vende por lo bajo porque los vampiros son buenos y se enamoran, y tienen encuentros en un partido que es un vulgar híbrido entre fútbol y béisbol. Pero no me importó, ésta era ahora mi poeta y yo deseé a Pamela. La anhelé. La violé en mis pensamientos carentes de cualquier detalle por parte de ella. La perfección hecha poesía. Por supuesto, todas estas conclusiones de estrategia barata en ventas no se las hice saber; es más, le dije que era obvio que el arte debería tirar por esos lados.
Mi sorpresa fue saber que es de Talca, así que no hubo inconvenientes al decidir juntarnos. Después de varios cafés y de que ella me leyera una nueva camada de versos inéditos para sus lectores fieles, versos que hablaban de la valentía que deben tener los aspirantes a poetas, sobre todo los más jóvenes –conmigo oyendo y casi como viviendo el sueño del pibe-, de un modo u otro terminamos en sus sábanas. Primero fue calmada y me pidió lo mismo: suavidad. Pero tras las caricias de rigor, exigió querer sentir mi semilla dentro de suyo. Acepté. ¿Quién era yo, tan vil escritor aprovechado de su propia suerte, para negar su petición? Sus poros fueron una amalgama con los míos, y su dulce miel era absorbida por mi yo completo. Mis movimientos se tornaron torpes e infantiles. De pronto, preguntó si me gusta el fútbol; es raro, dijo, siempre que me acuesto con escritores están pendientes de la pelota.
—Ah no, a mí no me gusta. Me preocupan otras cosas.
—¿Entonces no me piensas meter ningún gol aprovechando que somos locales? –su cara lasciva se activó con ojos de fuego, y yo en ese momento quise ser un crack.
Fueron varios los goles que metí ese día. Ha pasado poco tiempo y todavía me recuerdo gritando por mi patria; yo, que soy el menos identificado con lo suyo. Yo, que soy el menos deportista. Ahora, cada vez que leo mi prosa me parece más y más pobre, y cada vez que estoy con ella soy más y más futbolista.
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