De los Dioses, del trabajo con telares finos.
De antiguos pueblos y del Morro Los Helados.
El soplido del viento trae huesos de perros consigo.
Y, como con cincel, el alma de sus pulgas indican el camino;
El camino al Cachapoal.
El minero, con sudor y frío allá, más allá de Coya,
Trae el mismo polvo a la pasada.
De antiguos años, donde los registros son amalgamas que traen histórico ruido sordo.
Las primeras guitarras de palo,
De cuerdas flojas y rimas tímidas,
Pero de mujeres con libros que nunca pudieron leer.
El mismo gringo se sorprendió casa por casa,
Pues ni la peor empleada de mano
Sabía menos de sudor y sangre que el yankee empleador.
Mi papá fue minero, y mi mamá arriera.
Yo, con mis piernas cortas, me hacía amigo de las vacas
Para la leche caliente y pan amasado por las noches.
Los huasos del Alto jugaban al trompo,
Mientras los hijos del rubio recién llegado miraban con ojos grandes.
Y con grandes mantas se cubrían éstos, cuando llegaba el invierno.
Ahí vienen los trabajadores.
Ahí viene el señor Braden.
Ahí llegó, por siempre, la edad de oro de Coya
Coya y más abajo.
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