miércoles, 5 de septiembre de 2012

Relato corto - Especial Lovecraft Chile del Terror: El Caso de Sarah Keller

David estaba en la barra de la Taberna del Tuerto, ubicada en los suburbios de la ciudad. Después de varios días de investigación para el caso de una persona perdida, decidió tomar la noche de ese sábado y embriagarse. Sarah Keller, el nombre de la mujer que había desaparecido en extrañas circunstancias, ocupaba hoy un espacio considerable en aquel lugar del cerebro donde los detalles se mantienen vivos, como una vena latente, una zona que no parece tener otro propósito que abarcar nombres y más nombres. Lo cierto es que la dependencia de David al alcohol parecía haber desaparecido pero, como tantas veces, tenía una excusa para volver a llevar el vaso a sus labios, que ahora estaban partidos de la urgencia. Esa excusa era hoy El Caso de Sarah Keller.

Estaba sentado en la larga barra de mármol, pintada con un color barniz oscuro. No había más de veinte personas en el total de las mesas, y en la barra misma David era el único sentado. Se tomó la cabeza, como si aquello significara el típico y patético gesto para poder arrepentirse, a último momento, de no volver a tomar. El vaso de whisky en las rocas ya lo tenía frente a si, y la humedad ya había embarrado su pequeño lugar justo donde reposaban sus manos. Hacía frío y él traía poca ropa. Un trago de ese manjar podía ayudar, efectivamente, a manejar su calor corporal porque pese a los tres hielos con que había pedido el whisky, estaba acostumbrado a beberlo así. Con frío o calor el resultado era el mismo; él se mantenía abrigado al beber. Pero luego llegó la culpa sincera de todos los errores que había cometido con Evelyn, su esposa. Aún no estaban separados pero ella había comenzado a hablar con su abogado. Tres años habían bastado para entender, los dos, que el matrimonio no funcionaba. Lo cierto es que el trabajo de Evelyn de día y noche como enfermera, y su propio trabajo de periodista del Today`s Now, los mantenían alejados prácticamente durante toda la semana. Si bebía ahora, no dejaría de hacerlo por un par de horas hasta emborracharse y a la mañana siguiente la resaca sería igual que todas las que tuvo antes. Aquellos dolores de cabeza que conocía de memoria y que, de todas formas, parecía buscar de cuando en cuando. Era posible que más que un alcohólico, fuese un masoquista que buscaba un constante dolor de cabeza. Se rió de aquella idea. Por un momento pensó que su problema no era alcohol, así que instintivamente levantó el vaso de whisky barato, pero cuando estaba a punto de beberlo recordó, otra vez, a Sarah Keller. De manera instantánea sintió náuseas. Tuvo el control suficiente para acomodar el vaso, con el hielo ya mezclado con el manjar, en la aureola que había dibujado la humedad en su lugar de la barra. En ese instante escuchó una risa burlona a su lado:
—Si fuese usted me lo bebería de un sorbo.

*Ir a Chile del Terror para seguir leyendo (respectivo audiocuento)

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