lunes, 2 de mayo de 2011

Un camino diferente


De vez en cuando, Dan escapaba más allá de lo que sus padres le tenían permitido sólo con el fin de insertarse en el bosque de La Luna Caída.
Era justo antes de que comenzara el día, cuando el cielo no alcanzaba a ser aún de un pálido color, antes de que el sol se mostrara radiante allá en el desconocido sur, entonces el pequeño visitaba, sin excepción, el temible lugar. Temible para los hombres que creían en los cuentos, pero no para un niño que, con su loca ingenuidad, deseaba descubrir algo más que aventuras.
Dan ya había perdido la cuenta de cuántas veces había compartido el tiempo con La Luna Caída, pero parecía ser que el tiempo no era un elemento presente en el bosque. Se perdía en el tiempo, y dejaba que los segundos se convirtieran en grandes barcos destinados a conducirlo a él adonde fuere que ellos quisieran. Si le hubiera contado a su padre en algún momento de aquellas experiencias, él hubiera respondido que era el destino, pero para Dan no era aquello —de lo que tanto se empeñan en perseguir los hombres—, sino algo más profundo. Quizá algo desconocido.
El bosque estaba ahora delante de él, con los cabellos verdosos de los árboles recogiéndose como si le estuvieran dando, de nuevo, la bienvenida.
Dan avanzó a paso ligero y sentía cómo los primeros cabellos del alba acariciaban su joven rostro. Y entonces comenzó a suceder como muchas otras veces. Terrones de nieve caían desde un palidecido cielo y en unos pocos momentos todo el suelo era blanco como la más pura leche. Entonces se quitó las botas, pues aquella nieve jamás fue congelada sino tibia —casi caliente—, y continuó su avance un poco más. Las burbujas se hacían presentes y se dejaban deslizar lentamente según los movimientos de Dan. El tiempo se había vuelto a detener.
Dio un salto de pronto y comenzó su flote sin fin. Se sentía casi como una hoja sobre un espeso viento, liviana, pero a la vez pesada. Sus movimientos eran lentos, pero no torpes sino determinados.
Seguía ascendiendo —quizás girando—, y la nieve caía mientras las burbujas se elevaban junto a él.
Se estuvo quieto un momento, ahí, en la nada, como si flotara. Descansó hasta que se durmió. Lo había conseguido. Despertaría ahora estando en su casa, en Pirdaz, y su vida volvería a ser sencilla por el resto del día.

Pero en el limbo suaves caricias le sucedían por debajo de sus pies . Intentó seguir dormido, pero las caricias se transformaron en ráfagas de alguna especie. Dan abrió sus ojos justo para mirar hacia abajo y entonces contempló cómo grandes delfines parecían bailar unos con otros. Sus cuerpos se mezclaban de manera coqueta al tiempo que lo miraban a él. Dan respondió con la más sincera sonrisa. Se preguntó si podría ahogarse, pero la alegría pudo más y se despreocupó. Se acercó hacia los delfines para ser parte de la pequeña manada. Eran cuatro —y en verdad enormes— pero Dan no se intimidó.
—¿De dónde vienen criaturas como ustedes? —preguntó el niño.
El más pequeño de los delfines se acercó a él y parecía querer decirle algo. Dan no comprendió, pero la manada no se molestó y comenzaron a cantar en aquellos rezos de tan profundos tonos donde todo iba y volvía en un eco placentero. Parecía un lugar infinito ¿Realmente era un lugar donde no había nada? No importaba. Se sentía afortunado.
Comenzaron a nadar hacia arriba ahora, y Dan los siguió. No necesitaba de ningún esfuerzo, casi era como si su mente decidiera por ello haciendo el ejercicio, pero, de nuevo, comenzaba a sentir que un alba frágil estremecía cada poro de su rostro. Sonrió. Era feliz. Y los delfines parecían felices junto a él.
Continuaban subiendo, hasta que al fin vio por primera vez desde que hubiera salido de su casa, colores que eran algo más que un blanco enceguecedor. Era la mirada del sol que atravesaba el mar donde se encontraba. Se maravilló.
Al fin llegaron al tope, donde el agua saludaba al viento. Los delfines asomaron también sus cabezas. Allá al fondo, muy cerca a ellos, se distinguía una isla preciosa que dejaba deslumbrar arena dorada. Había palmeras felices, y hombres. Muchos hombres de mantas rojas en sus cuerpos que parecían haber estado esperando a Dan desde hacía mucho.
El niño se montó al delfín padre y juntos fueron a toda prisa hacia allá.
Cuando llegaron, la manada de delfines se despedía dando saltos sobre el mar y sonriendo. Dan también sonrió, dando un gesto con sus manos.
—Te estábamos esperando desde siempre, Dan —dijo uno de los hombres, era fornido, pero su cara inspiraba tranquilidad.
Había allí al menos cien hombres, entre mujeres, hombres, y niños.
—Éste es el destino ¿verdad? —preguntó Dan, con toda seguridad.
Las personas se miraban entre sí, sonriéndole. Un grupo de niños se acercó a él y, de pronto, Dan no parecía tan infantil como antaño, sino un hombre.
—Éste lugar no es el destino, joven Dan —el hombre de antes abría ahora sus brazos—. Es el lugar donde llegan todos los seres que buscaron con decisión tal cosa —le dedicó una sonrisa—. Es el fin, pero el comienzo de la verdad.
Dan también sonrió. Respiró un aire tan puro que parecía limpiarlo por dentro. Entonces decidió quedarse para nunca más volver. Si su padre continuaba buscando el verdadero destino volverían a encontrarse...algún día.
FIN

2 comentarios:

  1. "(...) antes de que el sol se mostrara radiante allá en el desconocido sur, entonces el pequeño visitaba, sin excepción, el temible lugar (...)"
    Antes de "Entonces" va un punto, no una coma.

    Y luego, caes en repetir "cielo" varias veces, podrías pulir.

    Por otra parte, me gusta agrada el mundo de fantasía, pero es demasiado limpio. Me falta algún planteamiento, algún conflicto. El niño se pierde, ya, pero eso es un comienzo, no un final. Lo siento ligero, demasiado. Lo que más me agrada es tu forma de escribir, el ritmo.

    En fin, saludos.

    ResponderEliminar
  2. Toda la razón en lo escrito, Samir.
    Sin embargo, voy a recalcar que el blog es una especie de cuaderno donde no me detengo a perfeccionar los escritos. Éste relato en particular, salió de la nada y lo subí sin más. Incluso para mi resulta fome (lo digo sin preámbulo) de leer.

    Como sea, lo escribí sin esperar nada.
    El objetivo de Dedo Obediente es ser una ayuda para no perder continuidad (en la prosa) ni ideas fuera de todo lo que significa escribir Tronos sin Resguardo.

    Lo dicho: el blog no tiene otro objeto que estar allí para cuando tenga ganas de escribir algo más que no sea Tronos.
    De ahí tantas pifias en el texto del presente relato.

    Advierto que es posible que futuras entradas estén igual, o ,peor que ésta (Dios quiera que sean mejores).

    ResponderEliminar

Estoy en la portada de Wattpad

Hace poco me llegó un mensaje de uno de los administradores de Wattpad con la noticia de que una de mis obras, sacrificio, está en la SECCIÓ...