Explotar

Si tengo que maldecir hoy es el día en que me leíste.
Tu sonrisa chola de dientes blancos desperfectos,
de tus labios gruesos
y mirada atenta tras tu par de marcos;
mas mi alma endemoniadamente seducida,
se encontró con tu conjuro de amor y odio.

En mi lecho enternecido tus muslos
funcionaron a pilas,
quizás,
porque te gustó el juego ese de la posesión.
Quizás,
porque te gustó que tu escritor,
el de la posesión,
te poseyera tras bambalinas.

Si tengo que buscar oportunidad hoy
buscaré el día donde desapareciste.
De tus regaños locos,
de tus manías en ser la perfecta,
de tus locos regaños maníacos.
De tu maniática, loca, perfección.

En mi ciudad aburrida fuiste libre.
Funcionaste sola,
quizás,
porque te gustó verme entre tus muslos.
Quizás,
con el libro aquél,
el de la narrativa negra del amante insufrible.

No mereciste jamás mi esfuerzo imposible.
De mi arte desganada –pero bien
fabricada-.
De mis horas nocturnas de paciencia y sangre.
¿Es que debía complacerte,
Mujer,
antes de ser el escritor que no quisiste en verdad?

¿Es que debía amarte,
Mujer,
después de ser el vil retoño de tus deseos ahogados en humedad?

No mereciste jamás mi esfuerzo amargo,
De mi prosa malnacida –pero bien
dolida.

Si tengo que vomitar los episodios,
de luna llena en mi ciudad,
que sea, pues,
con cerveza brindando por tu ausencia.

Si tengo que volver el tiempo atrás,
con amargura ahorco el destino,
te ahorco a ti, pues,
con cerveza, ebrio, y en felicidad.