martes, 29 de marzo de 2011

Recordar

Hay que basarse en los placeres de la vida. No hay que recordar el pasado sino vivir el presente, pues ni el futuro importa. Eran la clase de cosas que solía recordar Francisco con una pareja que tuvo hacía bastante tiempo. Cosa curiosa, pues al recordarla hacía caso omiso a una de sus leyes. Pero ¿cómo no iba a recordarla? No de aquella forma donde sus cejas se fruncían, ni tampoco donde discutían tan fuerte que más de alguna vez llegaron a las manos. Ella sonreía y él respondía haciéndole el amor. Era el complemento perfecto entre dos personas de impecables imperfecciones, pero que bajo las sábanas eran la amalgama perfecta.
Ella mujer separada de más de treinta años —no importaba la exactitud—, y él un joven que aún no entendía de responsabilidades. Juntos no alcanzaban a ser dinamita, pero de todas maneras estallaban tras los orgasmos.
No eran como el resto de las parejas amándose por las calles pálidas de soledad en Rancagua, todo cuanto podían hacer era ser distintos. La gente los miraba, no importaba. ¿Raros? Quizás.
El futuro, de nuevo, no importaba. Pero en algún momento todo terminaría. Era algo de lo que ella solía hablar con frecuencia. Todo lo que sube tiene que bajar, pensaba Francisco, y es que ella no podía estar, cada noche, montada en él.
Duró lo que duró. Francisco se había ido.

Dos pastillas para dormir.

Siempre es bueno para traer a la mente ideas que van más allá de lo racional, pues no sólo creaba sino planificaba sin necesidad de escribir o dibujar algún mapa.
Ya ni siquiera sumida en la tristeza sino algo más, el fundirse en el rincón de su habitación, sentada en el suelo, de rodillas en la frente, la locura de extrañar lo imposible era ahora un hecho de rutina.
Todos los días, mirando aquel muro vacío que era ahora el mar mismo del ahogo desesperado, eran para ella otra manera más de no dejar tiempo para las dudas ni interrupciones.

Dos pastillas más.



Ya no le causaban sueño, la abría de mente mientras, en el cielo, veía nubes de colores y pájaros con hélices negras que giraban lento para flotar, sólo flotar.
Y así, junto al viento empolvado, se despidió de una vida que ya no era más que un pendio imágenes confusas y olores sin distinguir.

—¿Es ella? —preguntaba un detective de alta estatura y con barba descuidada.

—Sí —respondió el otro, que aún no se atrevía a tomar muestras en la escena.

—¿Pero qué le pasó?

—Parece que su plan no funcionó, eso pasó.

Era una mujer que había estado más de una semana inconsciente en el suelo de su habitación. Trató de suicidarse habiendo taladrado previamente una gruesa estaca en un lugar específico de su techo —uno que quedaba alejado de cualquier muro—. Una silla caída se encontraba a su lado, lo que daba a entender que de aquella forma llegó a tamaña altura, y finalmente se rodeó el delgado cuello con una soga reforzada para dejarse caer al vacío.
No es posible determinar cuánto tiempo estuvo colgada, como una balanza, pero sus manos indican que con desesperación intentó zafarse puesto que traía varias heridas en las palmas junto a restos de sangre ya disecada. Traía su morada lengua completamente afuera de su boca. Los detectives nunca imaginaron que la lengua humana pudiera ser tan larga cuando fuera necesario.

—Como sea, tras un tiempo indeterminado —continuó el otro detective— la estaca cedió ante el peso y ella quedó así —señaló el cuerpo de la mujer que estaba tirado de espaldas en el suelo, aún con la soga en su cuello desangrado por la presión—. Entonces la estaca cayó justo en su ojo izquierdo, reventándoselo.

—¿Cuáles son las probabilidades de que pase algo así?

El otro detective no respondió. Parecía evidente que la mujer había muerto de una manera que no esperaba. ¿Un objeto punzante causa la muerte sólo por clavarse en uno de tus ojos? Lo más seguro era que no. ¿Y qué habría pasado entonces?

—Siempre he dicho que éstos que se matan tienen que tener pelotas —dijo el detective alto, prendiendo un cigarro al tiempo que contemplaba el cadáver.

El otro pensaba la estupidéz del comentario, y no sólo por la desnudéz de la escena.

Fue otro de los suicidios de quien nadie se entera. Era posible que ni Francisco se enterara nunca de la desaparición de su ex amante.
No se preocupó nunca más por ella, vivía del presente y no del pasado.

9 comentarios:

  1. ufff el relato dramatico wn pasando a ser depresion total,buen final "No se preocupó nunca más por ella, vivía del presente y no del pasado."
    atte. un simple lector.

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  2. Un relato realista y crudo en su narración. Me agrada la idea que desarrollas sobre el romance entre esta mujer "mayor" y este hombre más joven e inmaduro, que al final simplemente se desliga de una relación que ya no le interesa (una reacción muy masculina por lo demás). Lo que si noto son varios errores de ortografía y gramática. Por ejemplo "traía su morada lengua completamente fuera..." no me gusta como se lee. Preferiría algo como "su lengua, hinchada y amoratada, colgaba fuera de su boca dandole un aspecto repulsivo...". Es solo una sugerencia. Lo mismo me pasa con "sangre ya disecada" que no corresponde. Creo que te refieres a coagulada o reseca. Eso sería.

    Saludos!

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  3. Toda la razón, Kensan. Me pasa con los blogs que tiendo a subir los textos más por apuro que otra cosa. Lo que acá se lee es tal cual lo escribí, sin correcciones. Me disculpo por aquello, pues fui yo quien los trajo acá.

    En cuanto a lo positivo de las reacciones muchas gracias.

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  4. Un buen relato, que mezcla varias voces narrativas de manera bastante coherente. Creo, al igual que Javier, que tiene muchísimos errores de ortografía y redacción, por lo que deberías echarle una revisada antes de subirlo.

    Eso sí, te felicito por la macabra narración de la muerte de la mujer. Definitivamente repulsiva, en todo el espectro de la palabra.

    Saludos cordiales,

    F.

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  5. BAÑA QUE MANERA DE NARRAR, piola el cuento.... vale por compartirlo eso aamigo saludos

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  6. Pues a ella no le parecía una relación superficial, como a él.

    Viniendo aquí me imaginaba leer algo de fantasía, pero me alegra que toques éste género que es el drama, aunque a veces yo sea un poquitín cerrado respecto a la literatura.

    Saludos!

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  7. Felipe: Es un placer que las críticas vengan de primera mano, más aún cuando todo es comprensible.

    Tue Tue: Tu nick me sigue causando mucha gracia XD. Gracias por tu comentario.

    Damián: Es fantasía lo que esperaba aportar al comienzo en el blog, pero tenía un par de ideas de las cuales no quería perder el rastro, así que las redacté rápido. Fantasía habrá, y otras cosillas.

    Gracias por sus comentarios.

    Rodrigo.

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  8. Menuda reconstrucción de los hechos. Tiene un humor negro, ácido, que contrasta bastante con la gravedad y seriedad de la forma de escribir que tienes. Curioso XD.

    Ya es mala suerte semejante forma de morir. Tristemente es un hecho muy común, toda esa soledad y el olvido que rodea a la mujer del relato.

    No he visto tantos errores como comentan, supongo que debiste corregir luego, ¿no?

    «Era el complemento perfecto entre dos personas de impecables imperfecciones»

    Impecables imperfecciones... ¡Me gusta!

    «Dos pastillas más.

    Ya no le causaban sueño, la abría de mente mientras,»

    ¿Qué pastillas son? Porque yo tomo Myolastan y se ajusta al 100% a esa descripción XDD.

    En fin, por hoy te dejo, seguiré por orden de antigüedad^^. Un abrazo.

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    «Ella mujer separada de más de treinta años —no importaba la exactitud—, y él un joven»

    No estoy seguro, pero quizás comas después de "ella" y "él"...

    «El otro pensaba la "estupidéz" del comentario, y no sólo por la desnudéz de la escena».

    Fuera tilde.

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  9. Gracias, Sergio.
    Y sí, de imperfecciones tengo varias a la hora de escribir, pero se hace un esfuerzo.
    Ya que me cuentas que irás por orden de lectura, no me cabe duda que te sorprenderás puesto que de ahí en más abarco varios estilos narrativos, como son la fantasía simplista y otros relatos más caóticos.
    Me complace decir que también escribí cosas completamente oníricas, y siempre es un gusto cuando se trata de no detenerse escribiendo.
    Hay un par de cuentos infantiles por ahí, divertidos.
    De las pastillas no se puede decir la fuente, ésas me las guardo para mi, ¡aunque no para morir de semejante forma!

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